Castillo de Nalda, Señorío de Los Cameros

Inter­ven­ción arque­ológ­i­ca en el castillo.

 

Fru­to de la primera inter­ven­ción arque­ológ­i­ca real­iza­da entre finales del 2012 y prin­ci­p­ios del 2013, se han podi­do deter­mi­nar, de for­ma pro­vi­sion­al, 6 fas­es constructivas.

- Ante­ri­or al siglo XII

- Siglo XII

- Fines S. XIII – S. XIV

- S. XIV – S. XVII

- S. XVII – S. XVIII

- Época Con­tem­poránea (s. XIX – XX)

A modo de resumen, se puede deter­mi­nar, que con seguri­dad, existe un primer castil­lo en el siglo XII, con un muro perime­tral que arran­ca en alam­bor. Se ha local­iza­do en cua­tro de las cin­co zonas inter­venidas y con­taría, al menos, con una torre de plan­ta cuad­ran­gu­lar, en el ángu­lo noroeste. Este castil­lo amor­ti­za a una serie de con­struc­ciones pre­vias que pre­sen­tan una níti­da diver­gen­cia téc­ni­ca, respec­to a todo lo pos­te­ri­or, al estar real­izadas a base de encofra­do de mortero de cal y gravas. Se han  iden­ti­fi­ca­do cua­tro de ellas, local­izadas en tres de las áreas inter­venidas, pero que no cuen­tan, por el momen­to, con mate­ri­ales cerámi­cos que per­mi­tan una may­or pre­cisión cronológica.

Entre finales del siglo XIII y el S. XIV, momen­to que coin­cide con el cam­bio de tit­u­lar­i­dad del Señorío de Los Cameros, y del castil­lo, a manos de Juan Ramírez de Arel­lano (1366), se remod­ela pro­fun­da­mente la for­ti­fi­cación: La torre de la fase ante­ri­or se recrece en plan­ta y se traza un nue­vo perímetro con un sóli­do muro, del que se con­ser­van, en buen esta­do, has­ta 5 m. de altura, y del que local­izamos restos en todos los ámbitos en los que se ha intervenido.

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Restos de Columnas.

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Restos de bal­dosas decorativas.

Entre el siglo XIV y el XVII, se real­izan varias refor­mas pun­tuales en la estruc­tura gen­er­al del perímetro. Así, por ejem­p­lo, se le añade un con­tra­fuerte al muro ante­ri­or y se con­struye otra torre adosa­da a éste, de la que se con­ser­van más de 6 m. de altura, en la zona este.

Entre los sig­los XVII y XVIII, la doc­u­mentación hace ref­er­en­cia a con­tin­uas obras en el castil­lo, aunque no se apor­tan datos sobre su nat­u­raleza, sino que hacen ref­er­en­cia may­ori­tari­a­mente al pago de las mis­mas. En este momen­to se puede incluir la con­struc­ción de muros ataluza­dos con­tra el ter­reno, ejem­p­los de los cuales se han local­iza­do en tres de los ámbitos estudiados.

A par­tir de prin­ci­p­ios del siglo XIX, se pro­duce el pau­lati­no pero inex­orable fin de la edi­fi­cación, con el expo­lio de la mis­ma, uti­liza­da a modo de can­tera por parte de los veci­nos de la local­i­dad y el acondi­cionamien­to de la zona como era de tril­la, además de la con­struc­ción de un pajar en la estruc­tura aboveda­da. El grue­so de la estrati­grafía excava­da se cor­re­sponde con este peri­o­do de destrucción.

Aunque aún no son muchos los datos for­males a cer­ca del castil­lo que han emana­do de la inter­ven­ción eje­cu­ta­da, al mar­gen de lo men­ciona­do, podemos con­cluir algu­nas notas como que, a par­tir del siglo XVI, algu­nas de las depen­den­cias del castil­lo se encon­tra­ban dec­o­radas con azule­jos poli­cro­mos del tipo cuen­ca y arista, según indi­can los cua­tro tipos de dec­o­ración encon­tra­dos en estos elementos.

Otro tipo de dec­o­ración emplea­da era el estu­ca­do de col­or, al menos en rojo, blan­co y azul, así como detalles en dora­do en algunos ele­men­tos moldu­ra­dos en yeso.

El zaguán de acce­so, al menos en los últi­mos momen­tos de vida del castil­lo, tenía un sola­do de can­til­los roda­dos dis­puestos en calles para­le­las, del que arran­ca­ba una escalera en el ángu­lo suroeste del edificio.

Existía algu­na depen­den­cia con sola­do de ladril­los cerámi­cos lisos cuadra­dos de 13,5 cm de lado, como se desprende de la local­ización de una pieza de este tipo. Aunque se han indi­vid­u­al­iza­do otros ele­men­tos arqui­tec­tóni­cos, no ha sido posi­ble adscribir­los a ninguno de estos nive­les al no haber sido excavados.

Las excava­ciones arque­ológ­i­cas están sacan­do a la luz la for­t­aleza que aquí hubo. Donde antes ape­nas podía intuirse su pres­en­cia o no había nada a la vista, hoy emer­gen muros de gran poten­cia. El cer­ro vuelve a estar coro­n­a­do por un castil­lo, tal como aparece en el escu­do del la villa.

La cam­paña arque­ológ­i­ca de 2014, se desar­rol­ló entre el 4 de agos­to y la  últi­ma sem­ana de noviem­bre. A par­tir de ese momen­to se están real­izan­do tra­ba­jos de con­sol­i­dación, restau­ración y acondi­cionamien­to de los restos arque­ológi­cos de cam­pañas precedentes.

Se inter­vi­no en   4 espacios:

1.- Cum­bre, exte­ri­or del lien­zo norte.

El pun­to de par­ti­da de este lat­er­al, eran sendas tor­res en sus extremos y parte de una estruc­tura real­iza­da en sillería hacia la mitad del espa­cio. El resul­ta­do final, tras la excavación de este lat­er­al es quizás el más espec­tac­u­lar has­ta el momen­to: A las dos tor­res señal­adas de los extremos, de unos 6 m de altura, se suman 5 con­tra­fuertes de unos 3 m de frente y otros 3 m de fon­do, a inter­va­l­os más o menos reg­u­lares de unos 4 m. En con­jun­to, un frente de unos 45 m de lon­gi­tud con siete volúmenes de plan­ta cuad­ran­gu­lar. El con­tra­fuerte cen­tral, con una altura de casi 2,5 m, fue son­dea­do has­ta su cimien­to, alcan­zan­do una pro­fun­di­dad has­ta la roca de otros 2,5 m.

Frente a estos ele­men­tos, a una cota por deba­jo de los tramos emer­gentes de estas estruc­turas, a unos 2 m de dis­tan­cia, se local­iza un muro de per­fil ataluza­do real­iza­do medi­ante sis­tema de encofra­do. Su altura máx­i­ma con­ser­va­da es de  1,5 m. Abar­ca la prác­ti­ca total­i­dad del frente norte.

Además, se localizaron:

Una canal­ización de evac­uación de plu­viales, entre el primero y segun­do con­tra­fuerte des­de el oeste.

Un potente muro de más de 150 cm de anchu­ra, del que pueden verse ape­nas 4 m de su lon­gi­tud, jun­to a la torre noroeste.

Se está pen­di­ente de deter­mi­nar aún la cronología pre­cisa de cada uno de estos ele­men­tos, dato que se obten­drá de la con­jun­ción de resul­ta­dos del análi­sis y estu­dio de los mate­ri­ales arque­ológi­cos local­iza­dos y de los de las analíti­cas de morteros y de C‑14. No obstante, a pri­ori, todo parece indicar que los ele­men­tos más antigu­os son ante­ri­ores al s. XII y los más mod­er­nos hacia el s. XVIII.

 

2.- Cum­bre, inte­ri­or del lien­zo oeste.

En este espa­cio, el ele­men­to más sig­ni­fica­ti­vo ha sido la iden­ti­fi­cación de un aljibe de plan­ta cir­cu­lar, de unos 4 m de diámetro exte­ri­or y una pro­fun­di­dad de más de 4 m, cota a la que se sus­pendió su excavación por seguri­dad. Se encuen­tra revesti­do en estu­co de col­or rojo.  Se tra­ta de una con­struc­ción con para­le­los en for­t­alezas de ori­gen musul­mán. Está pen­di­ente el resul­ta­do de mues­tras de C‑14 para datar el momen­to de su construcción.

3.- Ladera, interior esquina sureste.

En un son­deo de unos 40 m²   se pudo com­pro­bar la com­ple­ja relación de ele­men­tos con­stru­i­dos exis­tentes, con var­ios muros de diver­sas épocas, aso­ci­a­dos a  una suce­sión de sue­los de can­til­lo a difer­entes cotas.

A pri­ori, parece tratarse en ori­gen de una zona de acce­so inte­ri­or, a modo de paso de ron­da,  que pos­te­ri­or­mente cam­bió su uso y pasó a desem­peñar activi­dades rela­cionadas con el almacenamiento.

4.-Camino de acceso

En este espa­cio, se real­izó un son­deo mecáni­co encam­i­na­do a cono­cer el traza­do de algu­nas estruc­turas ya iden­ti­fi­cadas en tra­ba­jos prece­dentes, con el propósi­to de com­ple­tar su reg­istro en plano, lo que per­mi­tirá su refle­jo en el pavi­men­to proyec­ta­do. Se tra­ta de la con­duc­ción de agua al castil­lo y de dos con­tra­fuertes adosa­dos al muro de cierre, del siglo XVII

His­toría del Castil­lo de Nalda

En el escu­do de la vil­la, coro­nan­do un cer­ro a cuyos pies hay un gal­lo, se erige un castil­lo. Actual­mente, tras tra­ba­jos pro­movi­dos por el ayun­tamien­to des­de finales del año 2012, son vis­i­bles partes del mis­mo. Antes de esa fecha, sólo el nom­bre del cer­ro y algunos desven­ci­ja­dos  e irrecono­ci­bles restos de muros en su cum­bre, entre la maleza, record­a­ban y hacían men­ción a su existencia.

Las primeras noti­cias escritas y con­ser­vadas de la exis­ten­cia de una for­t­aleza en Nal­da provienen de las cróni­cas del rey Fer­nan­do IV. En el año 1299, Juan Núñez de Lara había entra­do en Castil­la ata­can­do las tier­ras del obis­pa­do de Cala­hor­ra que don Juan Alfon­so de Haro tenía en nom­bre de Fer­nan­do IV. En el enfrentamien­to, acon­te­ci­do entre Ara­ciel y Alfaro, sal­ió perde­dor Núñez de Lara que fue hecho pri­sionero y encer­ra­do en el castil­lo de Nal­da, propiedad de Juan Alfon­so de Haro. No obstante, parece prob­a­ble que el castil­lo sea ante­ri­or a esa fecha, dada su situación estratég­i­ca en el traza­do del sis­tema defen­si­vo for­ma­do por las for­t­alezas del valle del Iregua, jun­to al impor­tante enclave de Viguera, y tam­bién los de Albel­da y Clav­i­jo, todo en dominio cris­tiano des­de el 923.

En el año 2012, se real­izó un estu­dio doc­u­men­tal por parte de la his­to­ri­ado­ra Rosana Fon­cea, en el mar­co de las men­cionadas  actua­ciones pro­movi­das por el ayun­tamien­to de Nal­da.   De este estu­dio se despren­den algunos de los datos  que siguen:

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Restos encon­tra­dos en las excava­ciones de 2013

Restos encon­tra­dos en las excava­ciones de 2014

 

 

 

 

 

Entre los sig­los XIII y XVI  el castil­lo se uti­lizó como bastión defen­si­vo y como prisión. Anecdóti­co resul­ta el hecho de que como lugar de encier­ro o maz­mor­ra se uti­lizaran los aljibes. En este sen­ti­do, nos ha lle­ga­do una noti­cia que hemos de inter­pre­tar como exageración o leyen­da, ya que no se da ni la fecha ni el nom­bre del conde, en la que se nos infor­ma de que el conde de Aguilar mandó meter a un alcalde de Albel­da en un aljibe del Castil­lo de Nal­da por una leve fal­ta cometida.

Aljibe del Castil­lo de Nalda

En ese peri­o­do, se con­sta­ta la ocu­pación de diver­sos alcaides en la for­t­aleza, de lo que se deduce que no debió de perder su carác­ter cas­trense como lugar de apro­vi­sion­amien­to de pertre­chos, como pare­cen demostrar algu­nas ref­er­en­cias al alma­ce­namien­to de corazas y de piezas de artillería a comien­zos del siglo XVI.

Nal­da con­tó, además de con un castil­lo, con un pala­cio, como res­i­den­cia de la famil­ia Ramírez de Arel­lano.  Es este un dato inédi­to has­ta el estu­dio doc­u­men­tal men­ciona­do.  Se ubi­ca­ba en la plaza de La Tela, sobre la puer­ta de la mural­la que se ha con­ser­va­do cono­ci­da como “Arco de la Villa.

Des­de el siglo XIX ha exis­ti­do una con­fusión ‑que pro­cede de la his­to­ri­ografía de esa época- entre el castil­lo y el pala­cio, iden­ti­ficán­dose ambas con­struc­ciones en una sola, e igno­ran­do el pala­cio de los con­des que se situ­a­ba en el cen­tro de la vil­la y que debió de ser una con­struc­ción renacentista.

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A par­tir de época bar­ro­ca, con los Ramírez de Arel­lano resi­di­en­do ya en la Corte, el castil­lo, que ya no respondía a necesi­dades béli­cas,  comen­zó a sufrir un impor­tante dete­ri­oro, para­le­lo al de su pala­cio.  La mag­ni­tud de la con­struc­ción hizo que se abor­daran refor­mas par­ciales. Los indi­cios arque­ológi­cos apor­tan datos de obras en el siglo XVI a través de frag­men­tos de ele­men­tos dec­o­ra­tivos de reves­timien­to de azule­jería de tradi­ción mudé­jar. Por otra parte, la doc­u­mentación escri­ta infor­ma a través de car­tas de pago sobre obras que, des­de el año 1613 afec­taron espe­cial­mente a la cubier­ta del castil­lo y que se repiten en la primera mitad del siglo en difer­entes partes sin especi­ficar. Estas obras infor­man de los costes y los mate­ri­ales, así como de los mae­stros que intervinieron.

En 1652 la situación del con­da­do de Aguilar era tan críti­ca que Juan Domin­go Ramírez de Arel­lano decidió dejar la corte y venir a vivir a Nal­da para sol­ven­tar los prob­le­mas que ago­b­i­a­ban su hacien­da. Es en ese momen­to cuan­do se pro­pu­so refor­mar el castil­lo y el pala­cio, ya que se encon­tra­ban en tan mal esta­do que, según su propia declaración, se vio oblig­a­do a vivir en la casa de un vasal­lo. Las obras más rel­e­vantes se hicieron en un momen­to de may­or pujan­za de la casa de Arel­lano, entre finales del siglo XVII y comien­zos del XVIII. En estas fechas el castil­lo se uti­liza para cues­tiones admin­is­tra­ti­vas, y no como res­i­den­cia prin­ci­pal de los señores de los Cameros, des­de donde el conde expe­día sus doc­u­men­tos, preser­va­dos por otra parte en el archi­vo que se ubi­ca­ba en la for­t­aleza. Hay vari­a­dos tes­ti­mo­nios de que el archi­vo de los señores de los Cameros estu­vo siem­pre ubi­ca­do en un cuar­to de la plan­ta baja del castil­lo, prob­a­ble­mente has­ta entra­do el siglo XVIII cuan­do muchos de sus doc­u­men­tos se uti­lizaron como prue­ba para legit­i­mar el señorío, frente a los intere­ses de las vil­las que prefer­ían la rever­sión a la corona.

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Excava­ciones año 2015

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Restos hal­la­dos en el castillo.

El ini­cio del der­rumbe del castil­lo comien­za a par­tir de la Guer­ra de la Inde­pen­den­cia. Según cuen­ta P. Madoz,  los sol­da­dos france­ses entraron al castil­lo cuan­do iban tras el gen­er­al Cas­taños y rompieron las puer­tas de hier­ro del archi­vo que, según el autor, quedó a merced del van­dal­is­mo de jóvenes que se hicieron car­tucheras y gor­ras de sol­da­do. No obstante, no fue la invasión la que ter­minó con la con­struc­ción. El dete­ri­oro y desapari­ción del castil­lo hay que pon­er­lo en relación con la desapari­ción de los señoríos, a par­tir de las cortes de Cádiz de 1812. Sus cañones se bajaron a Logroño en 1808, para luchar con­tra los france­ses. La  uti­lización de los muros del castil­lo como can­tera, por parte de los veci­nos del pueblo, supu­so su casi com­ple­ta desaparición.

Doc­u­men­tal­mente, ape­nas hay infor­ma­ción acer­ca de su aspec­to físi­co. La primera descrip­ción que nos ha lle­ga­do del mis­mo, es del año 1751, a través del Cat­a­stro de Ense­na­da, según el cual era una plan­ta cuadra­da de 50 varas de lado (unos 41 m). La dis­tribu­ción era de una plan­ta baja, un piso prin­ci­pal y un desván.  Del estu­dio doc­u­men­tal se deduce que con­ta­ba, al menos, con una torre, al pare­cer no muy grande, aunque sí lo sufi­ciente como para guardar en ella los mate­ri­ales de con­struc­ción de una de las obras de medi­a­dos del s. XVII.

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Mon­edas encon­tradas en las excavaciones:

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monedas castillo nadal 4

monedas castillo nalda5

monedas castillo nalda2

monedas castillo nalda3